por Martin Heidegger
Traducción de Juan Luis Vermal, en HEIDEGGER, M., Nietzsche II, Ediciones Destino, Barcelona, 2000.
NIHILISMO, NIHIL Y NADA
Nietzsche por Hans OldeSi permanecemos, no obstante, en la nota de Nietzsche, antes que ninguna otra cosa hay que plantear la pregunta ya mencionada: ¿qué tiene que ver el nihilismo con los valores y con su desvalorización? Porque, de acuerdo con su concepto, «nihilismo» quiere decir, en efecto, que todo ente es nihil, «nada»; y presumiblemente algo sólo puede no valer nada porque y en la medida en que previamente y en sí mismo es nulo y es nada. La determinación de valor y la valoración de algo como algo que tiene valor, como algo valioso o no valioso, se funda en la determinación previa de si es, y cómo es, o de si, por el contrario, no es «nada». El nihil y el nihilismo no están en una conexión esencial con la idea de valor. ¿Por qué, sin embargo, se comprende al nihilismo (y sin una fundamentación particular) como «desvalorización de los valores supremos», como «caducidad» de los valores?
Ahora bien, seguramente a la mayoría de nosotros, en el concepto y en la palabra «nada» nos resuena inmediatamente un tono valorativo, el de lo que no tiene valor. Decimos «nada» cuando una cosa deseada, supuesta, buscada, exigida, esperada, no está allí, no es. Si en algún lugar, por ejemplo, se hace una perforación en busca de un «yacimiento de petróleo» y la perforación no tiene éxito, se dice: no se encontró «nada», no se encontró el supuesto yacimiento y lo que habría en él, no se encontró el ente buscado. «Nada» quiere decir: el no estar allí delante, el no ser de una cosa, de un ente. La «nada», el nihil, alude por lo tanto al ente en su ser y es por lo tanto un concepto del orden del ser y no un concepto del orden del valor. (Habría que reflexionar sobre lo que señala Jakob Wackernagel en su Vorlesungen über Syntax [Lecciones de sintaxis, 2a. serie, 2a. ed.,1928, pág. 272: «En el alemán nicht(s) [...] se encuentra la palabra que en gótico, en la forma waihts, [...], sirve para traducir el griego prgma.»)
El significado de la raíz latina nihil, sobre el cual ya reflexionaron los romanos (ne-hilum), sigue sin aclararse hasta el día de hoy. De acuerdo con el concepto literal, en el nihilismo se trata en todo caso de la nada y por lo tanto, de una manera especial, del ente en su no ser. El no ser del ente vale, sin embargo, como la negación del ente. Usualmente sólo pensamos la «nada» desde lo que en cada caso se niega. Al perforar en busca de petróleo no se encontró «nada», quiere decir: no se encontró el ente buscado. A la pregunta: ¿hay allí petróleo? se responde en ese caso con «no». Al perforar no se encontró por cierto «nada», pero de ninguna manera se encontró «la nada», pues no se perforó en su búsqueda, y en su búsqueda no puede perforarse, y menos con la ayuda de torres de perforación mecánicas e instalaciones similares.
¿Puede en general encontrarse la nada, o siquiera buscarse? ¿O no se necesita buscarla y encontrarla, porque «es» aquello que menos perdemos, es decir aquello que nunca perdemos?
La nada no se refiere aquí a la negación determinada de un ente singular, sino a la negación incondicionada y completa de todo ente, del ente en su totalidad. Pero entonces la nada, en cuanto «negación» de todo lo «objetivo», ya no «es» a su vez un posible objeto. Hablar de la nada y reflexionar sobre la nada se revelan así un proceder «carente de objeto», un vacío juego de palabras, un juego que además no parece darse cuenta de que continuamente se da golpes contra sí mismo, puesto que siempre que establece algo acerca de la nada tiene que decir: la nada es esto y aquello. Incluso cuando sólo decimos: la nada «es» nada, decimos «de» ella evidentemente un «es» y la convertimos en un ente, le atribuimos aquello que se le debe negar.
Nadie querrá negar que este tipo de «reflexiones» entran fácilmente y resultan «contundentes»; mientras uno se mueva en el ámbito de lo fácilmente convincente, se maneje con meras palabras y se deje desconcertar por pensamientos vacíos. En efecto, no podemos tratar de la nada, en cuanto lo esencialmente opuesto a todo ente, más que diciendo: la nada «es» esto y aquello. Pero esto en principio «sólo» significa, precisamente, que también e incluso la nada está aún ligada al «es» y al ser. Pero ¿qué quieren decir «ser» y «es»? Al señalar de manera tan convincente esto que ya se ha convertido en una cantinela, al señalar con apariencia de agudeza que es imposible decir algo de la nada sin declarar por ello mismo que es, se pretende que la esencia del «ser» y del «es» , que se atribuye a la nada de modo presuntamente erróneo al hablar de ella, son la cosa más evidente, más clara y menos problemática del mundo. Se suscita la impresión de que se está en posesión clara, comprobada e inquebrantable de la verdad sobre el «es» y el «ser».Ya hace tiempo, por cierto, que esta opinión anida en la metafísica occidental. Constituye uno de los fundamentos sobre los que descansa toda metafísica. Por eso también se suele liquidar la nada con un breve párrafo. Aparece como un estado de cosas convincente para cualquiera que la nada «es» lo contrario de todo ente.
Además, si se observa con más atención, la nada se revela como la negación del ente. Negación, decir no, decir que no, es el caso contrario de la afirmación. Ambas son las formas básicas del juicio, de la enunciación, del lñgow Žpofantikñw. En cuanto resultado de la negación, la nada tiene un origen «lógico». El hombre necesita, por cierto, de la «lógica» para pensar de manera correcta y ordenada, pero lo que sólo se piensa no por ello es necesariamente, es decir, no aparece, en la realidad como algo real. La nada que proviene de la negación, del decir no, es una mera construcción del pensamiento, lo más abstracto de lo abstracto. La nada es simple y absolutamente «nada», por lo tanto lo más nulo, y por lo tanto lo que no merece más atención ni consideración. Si la nada no es nada, si no hay nada, tampoco el ente puede hundirse en la nada y todo diluirse en ella; tampoco puede existir el proceso de convertirse en nada. Entonces el «nihilismo» es una ilusión.
Si fuera así, podríamos considerar que se ha salvado la historia occidental y podríamos desembarazarnos de todo pensar acerca del «nihilismo». Pero quizás con el nihilismo ocurra algo diferente. Quizás siga pasando lo que dice Nietzsche en La voluntad de poder, n. 1 (1885‑1886): «El nihilismo está a la puerta: de dónde nos viene éste, el más inquietante de todos los huéspedes?». En el fragmento 2 del prefacio (XV, 137), se dice: «Lo que cuento es la historia de los dos próximos siglos».
Evidentemente, la opinión corriente y la convicción que ha tenido hasta ahora la filosofía están en lo correcto: la nada no es un «ente», no es un «objeto». Pero no se sosiega la pregunta de si esto no-objetivo sin embargo no «es», en la medida en que determina lo esenciante [das Wesende] del ser. Se mantiene la pregunta de si aquello que no es un objeto y no puede nunca ser un objeto «es» ya por ello la nada y ésta, algo «nulo». Surge la pregunta de si la esencia más íntima del nihilismo y el poder de su dominio no consisten precisamente en que se considera a la nada sólo como algo nulo y al nihilismo como un endiosamiento del mero vacío, como una negación que puede compensarse inmediatamente con una vigorosa afirmación.
Quizás la esencia del nihilismo esté en que no se tome en serio la pregunta por la nada. Efectivamente, la pregunta permanece sin desplegar, se permanece obstinadamente en el esquema interrogativo de una alternativa hace tiempo habitual. Se dice, con la aprobación general: o bien la nada «es» «algo» completamente nulo, o bien tiene que ser un ente. Pero puesto que la nada evidentemente no puede jamás ser un ente, sólo queda lo otro, que es lo absolutamente nulo. ¿Quién quisiera substraerse a esta irrefutable «lógica»? Con todo el respeto por la lógica, el pensar correcto sólo puede ser invocado como tribunal de última instancia si previamente se ha establecido que aquello que debe ser pensado de modo «correcto» de acuerdo con las reglas de la «lógica» agota todo lo pensable, todo lo que hay que pensar y todo lo que es entregado como tarea al pensar.
¿Pero si la nada no fuese un ente pero tampoco nunca lo meramente nulo? ¿Y si entonces la pregunta por la esencia de la nada no estuviera aún planteada de modo suficiente con el recurso a aquel «o bien - o bien»? ¿Y si, finalmente, la falta de esta pregunta desplegada por la esencia de la nada fuera el fundamento de que la metafísica occidental tenga que caer en el nihilismo? Entonces, el nihilismo, experimentado y comprendido de manera más originaria y esencial, sería esa historia de la metafísica que conduce hacia una posición metafísica fundamental en la que la nada no sólo no puede sino que ya ni siquiera quiere ser comprendida en su esencia. Nihilismo querría decir entonces: el esencial no pensar en la esencia de la nada. Quizás radique en esto el que el propio Nietzsche se vea obligado a pasar al nihilismo -desde su punto de vista- «acabado». Puesto que reconoce al nihilismo como movimiento, y sobre todo como movimiento de la historia occidental moderna, pero no es capaz, sin embargo, de pensar la esencia de la nada porque no es capaz de preguntar por ella, Nietzsche tiene que convertirse en el nihilista clásico que expresa la historia que ahora acontece. Nietzsche reconoce y experimenta el nihilismo porque él mismo piensa de modo nihilista. El concepto nietzscheano de nihilismo es él mismo un concepto nihilista. A pesar de todo lo que comprende, no es capaz de reconocer la esencia oculta del nihilismo porque lo comprende de antemano y exclusivamente desde la idea de valor, como el proceso de desvalorización de los valores supremos. Nietzsche tiene que comprender así el nihilismo porque, manteniéndose en la senda y en el ámbito de la metafísica occidental, piensa a esta última hasta su final.
Nietzsche no interpreta de ninguna manera al nihilismo como proceso de desvalorización de los valores supremos porque la idea de valor desempeñe un papel importante en su formación, en sus posiciones y opiniones «privadas». La idea de valor desempeña ese papel en el pensamiento de Nietzsche porque Nietzsche piensa de modo metafísico, porque piensa en los cauces de la historia de la metafísica. Pero en la metafísica, es decir en el núcleo de la filosofía occidental, la idea de valor no ha alcanzado su preeminencia de una manera casual. En la idea de valor se oculta un concepto de ser que contiene una interpretación del ente en cuanto tal en su totalidad. En la idea de valor, la esencia del ser se piensa -sin saberlo- en un respecto determinado y necesario: en su inesencia [Unwesen]. Es lo que se tratará de mostrar en las reflexiones siguientes.
texto disponible en: http://www.heideggeriana.com.ar/textos/nihilismo_3.htm
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8 oct 2008
Martin Heidegger, EL NIHILISMO EUROPEO
Rebotado por sauldadá at 8.10.08
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